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jueves, 28 de febrero de 2013

Tanto me dices y yo sin habla...

Y es que el miedo me corroe, con el paso del tiempo se ha convertido de ser una pequeña chispa en el abismo, a ser un fuego interminable que se vuelve cada vez más grande y no deja de crecer.

Ese hogareño calor está expresado en cada palabra, en cada abrazo, en cada beso, cada mensaje que te mando, en fin, cada pequeño detalle dedicado a tí, lo que te digo mirándote a los ojos y con una gran sonrisa que no puedo evitar al verte...

Pero temo quemarte. Hacerte daño. Hacerme daño.

Lo expresado son pequeñas dosis de mis sentimientos, porque si las porciones se vuelven grandes, no sé qué pase. Una tempestad. Un adiós. Un bello recuerdo de que tú me amabas y me sentía la persona más feliz del mundo.

Prefiero quedarme así. Una linda y estrecha amistad con la que podamos amarnos y ser felices.

No quiero que en un descuido de las tan meticulosamente medidas dosis, lleguemos a ser extraños...

Hablando de las apariencias en las clases sociales

¿Qué va a ser de esta familia, que todo lo acata guiándose por lo moralmente correcto, pero no se deja "llevar" por sus sentimientos?

Temo ser así, en un futuro o incluso en el presente...inconscientemente.

Siento que en todos nosotros hay un pequeño gatito asustado que tiene miedo de tener una conversación profunda cara a cara con la realidad.

Un robot que cuando se dé cuenta de la existencia de sus sentimientos (los que siempre estuvieron ahí), se espante y se caiga de bruces.

La mayoría de las familias burguesas le añaden esa gran importancia a la apariencia que a lo que sienten.
Tratan de ocultar sus sentimientos y mostrar sus riquezas materiales.

¿Acaso es una regla social?

¿Qué ganan con ello, sino sólo su propia infelicidad?