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sábado, 2 de abril de 2016

Buscando los siempres en los jamases

¿Es mejor ser un "genio preocupado" o un "tonto alegre"? Hay estudios científicos que avalan que entre más conocimiento se tenga, mayores son los estándares para llegar a la felicidad y por lo tanto, la mayoría no llega a ser plenamente feliz (entiéndase a la felicidad como algo parcialmente permanente, no como estado de ánimo).

Por ende, se pensaría que la ignorancia nos otorga el regalo de ser felices. Pero, ¿Y si lo que me hace feliz es saber más del mundo y sus trivialidades?...Es una pregunta que deja atrapada mi alma en este mundo lleno de vulgaridades que van acechando a las personas hasta que quedan sumergidas en la ceguera que impide que se acerquen al conocimiento.

Me permito hacer una importante pausa, pues me ha dejado muy impactada la frase -"Si el exceso de educación sirve para prejuzgar y descalificar, entonces es un exceso que no nos sirve de nada, así como todo exceso en la vida es malo"- (Hoffmann, 2015); lo que ahora me deja pensando en si debo de seguir deleitándome de conocimiento y ponerme un límite en el futuro lejano, para prevenir la autodestrucción de mi felicidad.

A veces, tengo que recordarme a mí misma que lo realmente importante de la vida no es saber cómo funciona tal o cual cosa, sino apreciar esos pequeños momentos que nos hacen felices, en donde no puedes controlar tus sentimientos por alguien o por algo, donde surge un sentimiento de emoción, de pasión, de profundo amor, de felicidad, esos que nos hacen sentir que somos libres, en fin, los que hacen que seamos humanos.

No sólo es elemental saber explicar a la perfección cuáles son los procesos bioquímicos que se llevan a cabo cuando te enamoras, cuando se te eriza la piel, cuando te sonrojas, cuando te deprimes, no sólo es buscar artículos que te digan en fabulosos 10 pasos el secreto para llegar a ser feliz, cómo enamorar a alguien a base de recitarle versos de Shakespeare a la persona que quieres, cómo interpretar las obras de arte representadas en pinturas, literatura, esculturas, teatro, arquitectura, cinematografía o música.

Porque la esencia de la vida y, por analogía, de la felicidad; se encuentra en forma de instantes que jamás recuperarás, pero que se quedan en tu mente a manera de bellos recuerdos, por lo tanto, se vuelven eternos, porque siempre estarán ahí.

En conclusión, y como dijo Hoffman, "...todo exceso en la vida es malo", incluso el conocimiento. Así que hay que saber equilibrarse entre pensamientos y sentimientos para alcanzar una felicidad plena, y saber que la esencia se encuentra en algo eterno, algo que siempre tendrás y que en principio fue fugaz, y jamás volverá. 

Por ello, a partir de ahora, busca los siempres en los jamases.


-Hoffman, J. (2015) Estudio sobre la felicidad. Consultado el 1 de abril del 2016, en https://drive.google.com/file/d/0BwFGs3JmlRsRTm9KNENTU1VjRkk/view.