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lunes, 7 de octubre de 2019

Un inesperado encuentro con el amor consumado


Ok, hace mucho tiempo que no escribo porque me ocurrieron varias malas experiencias en temas de relaciones amorosas. Experiencias que no fueron del todo malas pero me dejan un tanto arqueada de tener este tipo de relaciones.

No esperaba que algún ser humano fuera tan inquietante en todo ámbito que quisiera saber absolutamente todo de él, y jamás cansarme de sus historias, pero inesperadamente, ocurrió.
Empecé a hablar mucho con alguien, mucho en cuanto a contenido porque en frecuencia, era esporádico. Por alguna razón me daba pena hablarle incluso por mensaje, pero lo hice.

Todo comenzó con un ― ¿Sabes cuánto pesa un oso polar?― ―No, no sé― ―Lo suficiente como para romper el hielo―. Funcionó… por lo menos hasta que dejó de contestarme por varios meses, …y cuando uno ya no espera respuesta alguna, la vida te sorprende.

Tenemos tantos gustos, disgustos, sentimientos y pensamientos en común, que empezamos a frecuentarnos más, es emocionante conocerle.

Estamos, como sociedad, tan acostumbrados a que si esto pasa, la amistad la confundimos con amor (en plan pareja), olvidando que las relaciones más fuertes y duraderas son las de nuestros amigos, que siempre estarán ahí para ti, sin juzgarse y aprendiendo uno del otro (en verdad, las buenas amistades duran muchos años)

¿En qué momento de la vida olvidé cómo es que surgen las mejores amistades, de esas con las que puedes hablar tan profundamente y a los 5 minutos, reírse de cualquier estupidez?



De esa clase de amistad que traspasa barreras, que trasciende tiempo y espacio, en donde pasas tanto tiempo con alguien y lo disfrutas tanto, que te han parecido apenas unos minutos pasajeros en donde no han hecho nada, pero en realidad han hecho de todo. O han pasado tanto tiempo sin verse, que cuando finalmente se ven, parece que todo sigue tal y como se vieron la última vez.

De esa clase de amistad que es mejor conocida como amor consumado, que es como esa clase de paquetes todo incluido, sólo que esta vez incluye afecto, pasión y compromiso en su sentido más puro.

Es una amistad inigualable, y tengo el gran honor de afirmar que he conocido el amor consumado a través de dos personas (en distinto espacio-tiempo), ambas inesperadas, ambas mágicas y maravillosas.

Amistades en las que pienso cuando estoy presenciando algo tan idílico, que quiero que estén conmigo en ese momento, porque percibo sensaciones tan llenas de energía positiva, que se vuelven inefables; pero también amistades en las que pienso cuando estoy pasando por una crisis existencial tan grande, que quisiera quitarme el cerebro, o ser otra persona para parar tanto flujo de pensamientos negativos.

O tal vez no tiene que pasar algo extremo, el caso es que su compañía hace la vida mejor, porque les compartes absolutamente todo, desde anécdotas, risas, tristeza, enojo, tranquilidad, pasatiempos, gustos culposos, hasta secretos que jamás le dirías a alguien más. Amistades para pasar el rato, pasar el día, para pasar la vida y las tantas dimensiones desconocidas del cosmos.

Amistades que te hacen crecer.

Amistades por las que vale la pena vivir.

Amistades que se transforman en amor consumado.

Amistades que trascienden cualquier dimensión del espacio-tiempo.

martes, 22 de enero de 2019

-¿Te gustó el paseo?- -...sí- :)


¿Me creerían si les dijera que sólo hubo una persona que con tan sólo decir una palabra, me cambió la vida?

No lo estoy inventando, es increíble cómo es que cambia tu forma de pensar con tan sólo una pregunta y una respuesta, que podrían ser tan comunes pero que desencadenaron una amplia gama de emociones en mí en un par de minutos.

Jamás me imaginé que llegaría a sentir tanto con una persona desconocida, y al parecer, ella me enseñó más a mí, que yo a ella.

Una noche antes de ir al sitio en cuestión, tuve una pesadilla en donde yo me encontraba encerrada en ese lugar, y soñaba que me ayudaban a escapar porque en realidad no pertenecía allí.

Después de visitarla, me sentí tan vulnerable, tan llena de felicidad pero al mismo tiempo, tan empática con esa soledad en la que vivía ella a diario.

Mi resistencia a la vulnerabilidad es tanta, que solté a llorar una vez que pronunció su única palabra, la única palabra que me dirigiría porque no tenía la capacidad de decirme algo más sin esforzarse exhaustivamente.

Si alguien está en esas mismas condiciones, no puedes decirle –Oh vamos, tú puedes. Si piensas en que vas a salir adelante con mucho entusiasmo todos los días, vas a lograr salir de esto- . La realidad no es así.  La realidad es que no puedes salir de ello, nadie nunca te lo dice, pero es cierto. Si no eres realista, no puedes ver hacia adelante, porque no te estás dirigiendo a algo posible, sólo estás creando ilusiones que jamás podrán ser alcanzadas.

Y es triste, porque no puedes decirle eso. Sólo puedes desear que no sufra tanto en lo que le resta de vida y te invade una soledad que no es tuya, y que no le deseas a ningún ser humano.

Hay una frase que dice:
 –Lo único que no tiene solución, es la muerte-

¿Qué clase de sociedad masoquista en la que estamos viviendo, cree que esa afirmación es cierta?

Nunca puedo responder cuando me preguntan:

–Bueno, ¿Pero tiene solución, no?-.  

Me aprisiona un nudo en la garganta, con ganas de gritarles

– ¿¡Es que no todo tiene solución, no lo entiendes!?-


Pero parece que nadie lo entiende, e irónicamente, no logro comprender la razón de ello.