Ok, hace mucho tiempo que no
escribo porque me ocurrieron varias malas experiencias en temas de relaciones
amorosas. Experiencias que no fueron del todo malas pero me dejan un tanto
arqueada de tener este tipo de relaciones.
No esperaba que algún ser humano fuera
tan inquietante en todo ámbito que quisiera saber absolutamente todo de él, y
jamás cansarme de sus historias, pero inesperadamente, ocurrió.
Empecé a hablar mucho con alguien,
mucho en cuanto a contenido porque en frecuencia, era esporádico. Por alguna
razón me daba pena hablarle incluso por mensaje, pero lo hice.
Todo comenzó con un ― ¿Sabes cuánto
pesa un oso polar?― ―No, no sé― ―Lo suficiente como para romper el hielo―.
Funcionó… por lo menos hasta que dejó de contestarme por varios meses, …y cuando
uno ya no espera respuesta alguna, la vida te sorprende.
Tenemos tantos gustos, disgustos,
sentimientos y pensamientos en común, que empezamos a frecuentarnos más, es
emocionante conocerle.
Estamos, como sociedad, tan
acostumbrados a que si esto pasa, la amistad la confundimos con amor (en plan
pareja), olvidando que las relaciones más fuertes y duraderas son las de
nuestros amigos, que siempre estarán ahí para ti, sin juzgarse y aprendiendo
uno del otro (en verdad, las buenas amistades duran muchos años)
¿En qué momento de la vida olvidé cómo es que surgen las mejores amistades, de esas con las que puedes hablar tan profundamente y a los 5 minutos, reírse de cualquier estupidez?
De esa clase de amistad que traspasa barreras, que trasciende tiempo y
espacio, en donde pasas tanto tiempo con alguien y lo disfrutas tanto, que te
han parecido apenas unos minutos pasajeros en donde no han hecho nada, pero en
realidad han hecho de todo. O han pasado tanto tiempo sin verse, que cuando
finalmente se ven, parece que todo sigue tal y como se vieron la última vez.
De esa clase de amistad que es mejor conocida como amor consumado, que es
como esa clase de paquetes todo incluido, sólo que esta vez incluye afecto,
pasión y compromiso en su sentido más puro.
Es una amistad inigualable, y tengo el gran honor de afirmar que he
conocido el amor consumado a través de dos personas (en distinto
espacio-tiempo), ambas inesperadas, ambas mágicas y maravillosas.
Amistades en las que pienso cuando estoy presenciando algo tan idílico,
que quiero que estén conmigo en ese momento, porque percibo sensaciones tan
llenas de energía positiva, que se vuelven inefables; pero también amistades en
las que pienso cuando estoy pasando por una crisis existencial tan grande, que
quisiera quitarme el cerebro, o ser otra persona para parar tanto flujo de
pensamientos negativos.
O tal vez no tiene que pasar algo extremo, el caso es que su compañía
hace la vida mejor, porque les compartes absolutamente todo, desde anécdotas,
risas, tristeza, enojo, tranquilidad, pasatiempos, gustos culposos, hasta
secretos que jamás le dirías a alguien más. Amistades para pasar el rato, pasar
el día, para pasar la vida y las tantas dimensiones desconocidas del cosmos.